Salvator Mundi ("salvador del mundo" en latín) es un tema del arte cristiano que representa el concepto cristológico de Jesucristo como salvador en su implicación escatológica para toda la humanidad (la parusía o segunda venida -véanse también Juicio Final, Cristo Juez, Cristo Rey, Transfiguración de Jesús, Redención, etc.-). Iconográficamente se reconoce por la postura de la mano izquierda sosteniendo un orbe y la de la mano derecha en acto de bendición. Los colores del ropaje también son convencionales: túnica roja y manto azul.
"En los monumentos del antiguo arte cristiano se distinguen en gran variedad la disposición de los dedos al dar la bendición. En la bendición latina aparecen desarrollados los pulgar, índice y cordial (gesto oratorio). En la griega, el índice, el cordial y el auricular, juntándose el pulgar con el anular. Algunos monumentos ofrecen la bendición con el cordial y el índice; otros, con el índice y el auricular. Muy variada es en esta materia la actual liturgia".[1] Suele interpretarse que la bendición con tres dedos simboliza la Trinidad divina, y la bendición con dos dedos la dúplice naturaleza de Cristo, humana y divina; mientras que la bendición con la mano abierta, desarrollando los cinco dedos, representa las Cinco Llagas.[2]
La representación similar que se hace con Jesucristo niño se denomina Niño Jesús de Praga o "Niño de la Bola".
Otras representaciones similares son el Pantocrátor y la Maiestas Domini, en que Cristo también bendice (Cristo bendiciendo, Cristo bendiciente o Cristo bendicente),[3] pero suele sostener en su mano izquierda un libro, no un orbe.
El tema Salvator Mundi, que mezclaba esas iconografías con la de la Santa Faz, tuvo gran desarrollo en la pintura de la segunda mitad del siglo XV a partir del Tríptico Braque de Rogier van der Weyden (1452),[4] tanto por los primitivos flamencos (Jan van Eyck, Hans Memling, Gérard David),[5] como los italianos (Antonello da Messina) y los españoles (Fernando Gallego). En el cambio de siglo fue tratado por Leonardo da Vinci y Alberto Durero. En el siglo XVI fue repetidamente representado por Tiziano (varias de estas obras se conservan en el Hermitage).